Para muchas personas, la cosa más peor en el mundo es morir. Para la persona que no cree en Dios o no cree en algo después de esta vida, la muerte parece ser el fin de todo, y entonces la muerte sería de evitar a todo costo. Entonces, hoy día hemos desarrollado tecnologías médicas que habrían sido inimaginables no muchos años detrás para alejar lo que sabemos es inevitable: la muerte. Y hay un fenómeno en la ciencia médica de nuestro día en que muchas veces los médicos no paran de hacer cirugías y tratamientos hasta que la persona muera, muchas veces sin necesidad y sin respecto de la persona humana, porque piensan que esta vida es la única que hay.
En la primera lectura de hoy, tenemos un ejemplo de cuatro hermanos con una idea muy diferente sobre la muerte. El primero dice, ‘Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres.’ Aquí tenemos un ejemplo poderoso de lo que es mucho peor de la muerte: el pecado. El joven, lleno del don del Espíritu del temor de Dios, tiene más miedo de ofender a Dios que de morir. En su bravura increíble, en confesar su fe antes del rey y sus ejecutores, nos demuestra cómo debe ser nuestra actitud antes del pecado: que todo que podemos hacer para evitar al pecado siempre vale la pena. La cosa peor del mundo no es la muerte, no es el sufrimiento, no es perder un amigo, no es ser pobre – es el pecado, especialmente el pecado mortal, el cual nos puede privar de la vida eterna.
Recordamos que hay dos tipos de pecados: pecados veniales y pecados mortales. Los pecados veniales son los más comunes, los que hacen daño a nuestra relación a Dios, pero no lo cortan totalmente. Al contrario, los pecados mortales son los que cortan totalmente nuestra relación de amor con Dios, y nos obligan de confesarnos antes de comulgar. Ejemplos de este tipo de pecado son faltar la Misa los domingos y días de precepto; hacer grave daño a otra persona en su cuerpo, espíritu, o reputación; negligencia en grandes deberes de padres, especialmente el deber de pasar la fe católica en los sacramentos como el bautismo y la santa comunión; anticipar los bienes del matrimonio afuera del estado matrimonial o ver cosas impuras; y otros pecados que hacen un grande daño a nuestra vida espiritual.
Delante de una tentación a un pecado grave, debemos llamar a todas nuestras fuerzas de luchar contra estas tentaciones. Debemos llamar a nuestra Señora, San Miguel el arcángel y todos los santos para su ayuda en la lucha contra el pecado. A veces, el pecado puede parecer absolutamente inevitable, pero debemos recordar el esfuerzo de los hermanos en nuestra primera lectura antes de la muerte. El pecado no es jamás inevitable. Somos siempre libres para pecar o no. Podemos siempre elegir el lado de la luz, el lado de Cristo, sobre el lado de la oscuridad, el lado de Satanás. Es uno de los trucos preferidos del diablo hacernos pensar que el pecado es irresistible, que no tenemos las esfuerzas para resistir a la tentación. Pero el diablo es el príncipe de las mentiras, y aquí vemos una mentira grande: Ninguna tentación del diablo o de nuestra carne humana débil nos puede robar nuestra libertad humana. Estamos siempre libres a elegir de hacer el bien, sin hacer caso de cuantas veces has caído en el pasado – estás siempre libre a hacer el bien.
Sin embargo, delante de unas tentaciones, especialmente los que tienen que ver con los placeres físicos, a veces se cae muy fácilmente. Para resistir a estas tentaciones, hay unas cosas que son importantes. La primera es la confesión frecuente. Una vez caída en el pecado, es muy fácil que la persona vuelve a pecar más. Por esto, necesitamos estar restaurados a la gracia de Dios en la confesión, porque necesitamos la gracia del Señor para resistir a pecados futuros. El alma después de un pecado mortal es espiritualmente muerta – no tiene vida, como una flor después de estar recogida, que parece bella, pero en realidad está rápidamente muriendo. Pero el alma restaurada a la gracia por la confesión brilla como una estrella y da la luz de Cristo a todo el mundo.
Otra cosa muy importante para resistir a las tentaciones difíciles es de luchar también contra las tentaciones menos difíciles. Debemos practicar todos los días negarnos unas cositas pequeñas – más comida que no necesitamos a la cena, un dulce entre las comidas, una pequeña comodidad. Es particularmente importante en combatir las tentaciones a pecados de la carne que podemos negarnos placeres físicos diarios. Y si podemos negarnos cosas pequeñas, vamos a tener más esfuerza de combatir las tentaciones más poderosas.
Sin embargo, a veces tenemos una pregunta más fundamental: ¿porque vale la pena sufrir y luchar contra la tentación? Puede parecer en vano. En este sentido, son importantes las palabras en la primera lectura del último hermano a dar su vida confesando su fe en Dios: ‘Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la firme esperanza de que Dios nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida.’ Todo el sufrimiento que implica la lucha contra la tentación vale la pena porque nos ayuda a llegar al fin de nuestras vidas: pasar la eternidad después de la muerte con Dios en el cielo. Tenemos verdaderamente la capacitad de negarnos nuestro destino celestial si cometemos un pecado mortal y no lo confesamos antes de morir. Esto en verdad han hecho los persecutores de los hermanos, los que les están torturando y matando por su amor de Dios y su fidelidad a Su ley, y por esto el último hermano dice verdaderamente que no resucitarán para la vida.
Cristo nos ha revelado nuestro destino: pasar por una participación en Su cruz hasta su resurrección gloriosa y la vida eterna con Él, y con María y todos los santos. Debemos pedir todos los días para la gracia de permanecer en un estado de gracia o para la gracia de conversión para traernos a aquel estado.
Mis hermanos en Cristo, la lucha contra la tentación puede ser muy difícil, pero es una batalla que podemos vencer con la ayuda de Cristo, y es una batalla que siempre vale la pena porque nos lleva a Cristo. Cristo también ha luchado contra las tentaciones del diablo cuando se retiró en el desierto antes de comenzar su ministerio público, y ha vencido el diablo allí y en su pasión y resurrección gloriosas. Cuando enfrentamos tentaciones difíciles debemos recordar que Cristo ya tiene la victoria, Cristo ha ya vencido al diablo. No debemos tener miedo, sino confianza en el poder del Señor, y decir con los hermanos mártires: ‘Estoy dispuesto a morir antes que quebrantar la ley de mi Señor.’
Rev.do Royce V. Gregerson
Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción, Kendallville
XXXII Domingo durante el año, A.D. MMXVI